De la reutilización de la ropa… a la de los alimentos que tiramos a la basura. El deseo de Bruselas de que nos comamos parte de lo que tiramos al cubo de la basura le ha llevado a establecer exigencias cuantificadas per cápita. Para cada ciudadano. Y quiere que el 30% de lo que la UE dice que es comida –en igualdad a la que decidimos libremente ingerir– no puede acabar en la basura sino en la tripa. Los nervios de la carne, por lo visto, se pueden convertir en plato estrella.
«El desperdicio de alimentos tiene un enorme impacto económico, social y ambiental. Casi 59 millones de toneladas de desperdicio de alimentos (131 kg/habitante) se generan en la UE cada año. Esto representa una pérdida estimada de 132.000 millones de euros«, dice la UE. Lo afirma la misma unidad administrativa que reconoce un gasto multimillonario cada año y nunca ha defendido la austeridad en su seno. Porque «desde 1988, los gastos de la Comunidad, y posteriormente de la Unión, se inscriben en un marco plurianual», Y ese marco refleja que «el gasto en euros para el período 2021-2027 asciende a 1.824.300 millones, con 1.074.300 millones de euros para el MFP [Marco Financiero Plurianual] y 750.000 millones de euros para los NextGenerationEU. El presupuesto del MFP se ha incrementado en otros 11.000 millones de euros gracias al ajuste específico del programa previsto en el artículo 5 del Reglamento del MFP».
Pues bien, la misma UE ha decidido que «alrededor del 10 % de todos los alimentos suministrados a minoristas, restaurantes, servicios de alimentos (por ejemplo, comedores escolares y corporativos, hospitales, etc.) y hogares se desperdicia«. Y que, al mismo tiempo, «unos 32,6 millones de personas no pueden permitirse una comida de calidad (incluyendo carne, pollo, pescado o equivalente vegetariano) cada dos días». Es más, «el desperdicio de alimentos tiene un enorme impacto ambiental, representando 252 millones de toneladas de equivalentes de CO2 o alrededor del 16% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero del sistema alimentario de la UE». Y, por todo ello, Bruselas ha decidido que nos tenemos que comer el 30% de lo que tiramos a la basura.
«Los residuos de alimentos son alimentos desechados y sus partes no comestibles asociadas (como huesos o núcleos de frutas). El desperdicio de alimentos se produce en todas las etapas de la cadena de suministro de alimentos, desde la granja hasta el tenedor. Sin embargo, la mayor parte se genera en el consumo, que es un área clave de enfoque para los programas de prevención del desperdicio de alimentos», define la UE.
«¿Y qué nos proponemos hacer?», plantea eufórica la UE en una de sus comunicaciones oficiales. Pues «lograr la Meta 12.3 del Objetivo Mundial de Desarrollo Sostenible (ODS) para reducir a la vez el desperdicio de alimentos per cápita a nivel minorista y de consumo para 2030 y reducir las pérdidas de alimentos a lo largo de la producción y las cadenas de suministro de alimentos». ¿Y en qué volumen? Pues, «para acelerar el progreso de la UE hacia este objetivo, la Comisión propone que, para 2030, los Estados miembros reduzcan el desperdicio de alimentos en un 10%, en el procesamiento y la fabricación, y en un 30% (per cápita), conjuntamente en el comercio minorista y el consumo (restaurantes, servicios de alimentos y hogares)».